Vínculos laborales que trascienden

«Que las personas tengan tacto depende mucho de la calidad de contacto que hayan tenido entre ellas,” afirma la educadora costarricense Lía Mayela Anchía.

Cuando un equipo aspira a alcanzar resultados extraordinarios, requiere cultivar previamente una alta calidad de vínculos internos  que, además, deben ser crecientes y sostenibles. Y esa es una responsabilidad de todos sus miembros, en especial de quien lo dirige.

Esta cercanía personal allana el camino para diálogos directos, honestos y adecuados. En ocasiones  trabajo con equipos de gerentes con serios problemas de relaciones que afectan a toda la empresa. La razón más frecuente de esos conflictos  es que, pese a haber compartido durante varios años, no se conocen realmente como personas, se han quedado tan solo en la interacción entre sus roles.  Incluso, no es extraño que sea el desempeño de esos  roles la fuente de fricciones, al margen de quienes los  jueguen. Pero cuanto más se conozcan y valoren los actores, más factible será resolver las diferencias de criterio.

La lejanía física, el abuso del correo electrónico, la dependencia de las redes sociales y la formalidad de las reuniones, pueden provocar que las personas limiten sus interacciones en la empresa  al papel que se les asigna  en el organigrama.  La prioridad, entonces, es sacar adelante la tarea individual más que ser útil a los colegas.  En contextos así, ser entendidos es más importante que entender.

¿Cómo puede inspirar un gerente a su equipo si nadie le conoce más allá de su título de jefe? ¿Cómo puede esperar ser seguido por quienes se sienten invisibles en la organización? Cuando los colaboradores se sienten personas verdaderamente conocidas como tales por sus líderes y colegas, perciben que son “alguien,”  su autoestima se eleva y están dispuestos a dar mucho más de sí mismos que si tan solo fueran… uno más.

No se trata de que todos sean muy amigos ni de que intimen más allá de lo que deseen. Cada cual escoge sus amistades, por supuesto. Pero es un hecho que el conocimiento mutuo acorta distancias, fomenta el respeto, la cordialidad y la apertura para reducir la aprehensión a la asertividad. El temor queda atrás para dar paso a la confianza, a la expresión sincera de opiniones,  a la vulnerabilidad para aceptar errores y a un gran aliado de los grandes equipos: el sentido del humor.

Como bien enfatiza la educadora Rita Pierson, en un TED Talk:  “Los niños no aprenden de gente que no les agrada.”  Y reitera lo que ya sabemos: el aprendizaje más significativo en nuestra vida proviene de relaciones significativas con personas que nos impactan positivamente.  Las sanas conexiones humanas, el contacto frente a frente y bien intencionado es la semilla del tacto, definido por Isaac Newton como “el arte de hacer un punto, un argumento, sin hacer un enemigo.”

Tomado del blog de Germán Retana

 

 

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