Diariamente, como consultores, escuchamos historias acerca de clientes que enfrentan dificultades terribles. En el entorno venezolano, es común ver estas historias, en las cuales los líderes enfrentan retos considerables para avanzar y lograr que sus organizaciones sean sostenibles y continúen agregando valor a sus accionistas, colaboradores y comunidades.
En mi experiencia, he podido identificar dos enfoques básicos que pueden asumir los líderes en una crisis. El primero o el más común, donde el líder asume un rol de detective. Rápidamente ordena la búsqueda de datos, reportes, informes, llama a sus contactos en el gobierno y las empresas del sector para luego, con una extraordinaria agilidad mental elaborar una contundente lista de sospechosos e identifica el grado de culpabilidad que puede tener cada uno sobre la crisis. El líder que actúa de esta forma, envía un mensaje claro a sus grupos de interés: es necesario identificar al culpable, acusarlo y castigarlo. Ingenuamente, el líder que actúa de esta forma, asume que encontrar los responsables de los males de la organización, de la comunidad o del país, sirve de solución mágica a los problemas. Sin embargo, no tarda mucho en encontrar que las dificultades de la crisis persisten luego de realizar el juicio y que por más contundentes que sean las evidencias contra los acusados, el proceso de investigación ha dejado cicatrices y rencores a lo largo y ancho de la organización, deteriorando los lazos de confianza, generando enemistades y, en general, profundizando la crisis innecesariamente.
Quizás el peor error del líder que asume un rol policial es que modela un comportamiento de quejarse y juzgar a todos a su alrededor, el cual luego es imitado por pares y seguidores por igual, inhabilitando a la organización para generar soluciones efectivas a los problemas rutinarios y extraordinarios.
El segundo rol, que es el menos común, es el de capitán de barco. Difícilmente en una tormenta, enfrentando la inmensidad del mar, un líder intente culpar las olas o al viento, o empiece a buscar dentro de la carta de navegación quién fue el que cometió el último error. De la misma forma, los líderes más efectivos que he conocido son transparentes, proveyendo dirección y confianza. Los líderes que asumen este rol comunican con claridad la situación y la decisión que se ha tomado. De ser necesario, podrá consultar con su equipo de mayor confianza, pero siempre tomará decisiones con rapidez. En situaciones de crisis, puede decirse, es mejor equivocarse rápido una vez y aprender para continuar, que evitar errores hasta hundirse.
En este sentido, el líder asume que no está compitiendo en un concurso de popularidad, poniendo a prueba su carácter como líder, cuando requiere de la confianza de su equipo y de sus pares para avanzar por caminos sacrificados. A su vez, cuando llega el momento de hacer esfuerzos extraordinarios y que todo el equipo abandone la zona de comfort, es cuando se demuestra la confianza que es depositada en el líder y los riesgos que su equipo es capaz de asumir por él. Sin embargo, si el líder ofrece una dirección clara, es mucho más probable que sus seguidores quieran avanzar, estando también conscientes de que mantener los mismos hábitos podrían significar el fin de la organización.
En conclusión, en tiempos de crisis es necesario mantener la atención firme a nuestras reacciones y las acciones que desencadenamos. Es importante tener claro qué queremos lograr durante una crisis: identificar los culpables y llevarnos la perversa satisfacción del juicio o trascender junto a nuestro equipo y nuestras organizaciones hacia un futuro más próspero.
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