¡Cambiar nuestra manera cambiar!

Cuando una compañía en otro tiempo exitosa se queda encallada y empieza a inclinarse, sus empleados con más talento habitualmente no se quedan a sacar el agua, sino que saltan del barco”. Así describe el autor empresarial Gary Hamel el precio que pagan las organizaciones que se resisten a la innovación y la adaptabilidad.

Las  empresas ganadoras hacen una lectura adecuada de los desafíos del entorno, de los requerimientos de sus clientes y de los riesgos de no cambiar oportunamente lo que es obvio que urge transformar. Su exitosa competitividad se origina en su espíritu innovador y en su velocidad de reacción. ¿Cómo cambia la suya? ¿Es “retardada” o “emprendedora”?

La modalidad “retardada

Es usada por organizaciones que esperan hasta el final para reaccionar, cuando suele ser demasiado tarde. Sus competidores les sacan ventaja por su lentitud para tomar decisiones valientes. Su adicción a rutinas, tradiciones, políticas obsoletas y a la perpetuación de personas en la estructura de poder, hacen que sus tardías  reacciones les deje atrás. Un posible origen de tan arriesgada actitud, es la creencia de que puede vivir de la renta de un pasado glorioso en el que se gozó de liderazgo, fama y hegemonía.

Este retardo para cambiar hace que algunos de sus miembros se divorcien emocionalmente de ellas, piensen en sus intereses personales por encima de los de la empresa y estén atentos a cualquier oportunidad para buscar un nuevo barco. En ocasiones, nada cambiará hasta que los dirigentes sean sustituidos por otros que acepten que ha llegado la hora de innovar y de ser flexibles para seguir vigentes.

 La modalidad “emprendedora

Es característica de empresas que invierten talento, tiempo y recursos estudiando a sus competidores, pero en especial, al cliente para engolosinarlo. Sin perder su “ADN cultural” estas organizaciones son proactivas y se anticipan a los requerimientos de esos clientes. No pierden oportunidad para innovar en el momento justo y así se evitan los dolores de cabeza del estancamiento, o de transformaciones forzadas y dolorosas para sus miembros.

 Las empresas flexibles previenen cambios traumáticos bajo excesiva presión, que no siempre las llevan a buen puerto. La fluidez para innovar les permite mantener su rumbo sin altos costos políticos para sus líderes, quienes han sabido someterse al dictado de la urgencia de transformarse. ¿Qué cambio es más sostenible y exitoso en el tiempo? ¿El que resulta de una severa crisis por letargo, o el que es producto de una evolución paulatina y ordenada? ¿Cuál de las dos vías permite hacer metamorfosis más profundas y sostenibles?

 Según Hamel, una compañía adaptable reelabora su estrategia y se reinventa a sí misma antes de que la asalte el futuro. Mientras que, afirma, un cambio brusco es un pobre sustituto para una transformación de fondo, y por eso es que necesitamos cambiar la manera en que cambiamos.

Tomado del blog de German Retana

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