Desafortunadamente hemos oído hablar tanto del tema de liderazgo que el término se ha confundido y desgastado en gran medida. Lo más significativo del término es señalar qué distingue al líder eficaz del líder ineficaz, a organizaciones de éxito de las fracasadas, a empresas de excelencia de empresas mediocres.
Liderazgo de excelencia es la fuerza fundamental que se oculta detrás de toda organización exitosa. Este estudio trata del nuevo líder, aquel que compromete a su gente con la acción, que convierte a seguidores en líderes y que puede convertir a líderes en agentes de cambio.
La más común de las confusiones es considerar al liderazgo como sinónimo de administración. Administrar significa cumplir, asumir o tomar responsabilidad. Dirigir significa influenciar, guiar en una cierta dirección, hacer a través de los demás.
Los administradores eficientes son personas que hacen las cosas bien, y los líderes hacen lo que está bien. El administrador es eficiente, el líder es eficaz.
Los líderes desean saber por qué antes del cómo, dirigen los cambios, crean confianza y dotan a sus seguidores para que busquen nuevas maneras de hacer las cosas.
El administrador opera los recursos físicos de la organización, su capital financiero, materias primas y tecnología; en cambio, el líder opera con los recursos emocionales, con valores, compromiso y aspiraciones.
Un administrador puede lograr que los miembros de la organización se ganen la vida, puede lograr trabajo eficaz, puntual, productivo y con alto nivel de calidad.
El líder de excelencia hace sentir en su gente el orgullo y la satisfacción de su trabajo, inspira sus seguidores a altos niveles de realización.
El líder logra el desarrollo permanente de la potencialidad humana, la cual es infinita.
En conclusión, nuestras empresas están sobre administradas y subdirigidas. La gente no quiere ser administrada, quiere ser dirigida.
Artículo original de C.P. Miguel Ángel Cornejo y adaptado por Ana Carolina Camiña