Pasión por el trabajo: ¿Desde el corazón?

¿Desde el corazón?

Los equipos y empresas exitosos en forma sostenible tienen algo en común: sus miembros hacen las cosas inspirados en su «corazón». Existe una conexión emocional difícil de explicar, que multiplica la voluntad para trabajar más allá del deber, incluso sin reclamar reconocimientos proporcionales. ¿Cómo se desarrolla esta cultura de pasión y cómo se aniquila a veces? 
 
«Lo que se hace desde el corazón, llega al corazón», dice el conocido refrán. Las intenciones auténticas, profundas y buenas de quienes tienen algún poder de influencia han de ser percibidas como coherentes y justas, de lo contrario serán incapaces de encender la chispa de la mística, esa fuerza indescriptible que ilumina el camino del trabajo creativo e ilimitado. En los momentos de oscuridad e incertidumbre, los verdaderos líderes se aferran a lo que les dicta su conciencia y su corazón, por eso son una luz para los demás, son confiables en momentos límite.
 
Se puede creer en las declaraciones de misión y visión de las organizaciones, en sus valores y estrategias. Sin embargo, mientras estas no pasen por el corazón de sus miembros, las ideas no se transformarán en acciones. «Jamás se penetra por la fuerza en un corazón», advierte Moliere. Por necesidad, miedo o conveniencia, los miembros de las empresas podrían esforzarse en su labor sin «sentir» la misión que aparece en los discursos y en publicidad, pero en algún momento todo se desmoronará. La contradicción entre lo que se declara como razón de ser de la empresa y lo que se hace realmente, genera decepción y desmotivación en quienes son leales a la misión original.  
 
¿Cómo aniquilar el alma,  la mística y la fuerza del corazón? Sencillo, es cuestión de permitir que nazcan y se desarrollen algunos de los denominados pecados capitales, especialmente en quienes tienen mayor autoridad en los equipos: el orgullo, la avaricia, la envidia, la ira y la pereza. Estos males conducen al irrespeto, la desconsideración, la arrogancia y al mal ejemplo. Semejante insensibilidad crea muros emocionales que se convierten en ambientes de trabajo inundados por el temor, el cumplimiento sin ilusión, la pérdida del sentido de pertenencia y la enajenación.
 
Hacer las cosas desde el corazón y con él comienza a partir del contacto con la propia conciencia y comprender qué adquiere sentido y qué no, en cada uno de nosotros. Si para lo que cobra sentido percibimos tener capacidad potencial, entonces, aparece la determinación de incrementarla con dedicación, fe y esperanza. «Lanza primero tu corazón y tu caballo saltará el obstáculo. Muchos desfallecen ante el obstáculo. Son los que no han lanzado primero el corazón», señala el escritor Noel Clarasó. ¿Hace usted las cosas desde el corazón en su empresa o sufre de infartos frecuentes?
 
No es con arengas que se despierta la pasión, sino conectando los sentimientos del equipo alrededor de ideas e identidades comunes de valor. Dadi Yanki dice: «La mente se siente atraída y se instala en un lugar en el cual hay una profunda sensación de pertenencia y de consecución (…). Todos quieren sentir esa sensación (…). Hasta los perros domésticos quieren de verdad que sus amos los quieran y aprecien. Entonces, el perro protege la casa y no deja entrar a los extraños».
 
Sabemos que las grandes batallas se ganan con el corazón,  conviene analizar periódicamente a qué le estamos apostando -si es a algo- ese sentimiento. Luego, reflexionar sobre el consejo de Confucio: «Debes tener siempre fría la cabeza, caliente el corazón y larga la mano. Por muy lejos que el espíritu vaya, nunca irá más lejos que el corazón»
Haz clic aquí para ver el artículo original en el blog de Germán Retana

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